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En tantra querer más significa siempre tener menos, y a veces, quedarse con nada. La castidad es un paisaje obligado en el tantra cuando hay un querer más que todo lo convierte en menos. El tantra vela siempre por la cualidad, y para mantener esa cualidad intacta, menos es mucho mejor que más. Y a veces, nada es mucho mejor que menos. Comprende esto, antes de hacer el tonto por ahí, y decir que haces tantra cuando lo que haces es cualquier cosa. El tantra, como el chamanismo, es un compromiso al 100% con la impecabilidad de tu energía. Mantenerlo no es cosa de broma. Se tarda toda una vida en aprender a hacerlo. No llames tantra a lo que no lo es. El tantra es un espacio sagrado. El tantrika se esfuerza por no abandonarlo, y cuando lo abandona, paga el precio de haberlo hecho, porque el tantra no sabe de excusas. El tantra sabe de tantra, y como el tantra penetra el corazón del mundo, el tantra permanece en contacto con el mundo, sin pretender vivir en otro lugar. Y como el tantra es la apertura del corazón a lo sagrado, y también, al terror y a la reverencia que hay en lo sagrado el tantra permanece en contacto con ese terror y esa reverencia que significa sentir y honrar dentro del cuerpo el misterio de las fuerzas que hay en la vida. La fuerza del sexo que tira de nuestra conciencia hacia el umbral de lo profundo, el umbral donde la conciencia se niega a entrar, haciendo que el sexo sea una experiencia plana, en vez de profunda. Unidireccional en vez de multidimensional. Limitada y constreñida a un lugar y a un momento, en vez de pasar a ser una experiencia atemporal e infinita, es decir, contínua. De una intensidad tranquila, pero gozosa, mantenida por un fuego interno que arde sin consumirse.