jueves, 5 de marzo de 2015

37

Cada uno de tus deseos tiene su origen en tu propio fuego interno. En vez de abalanzarte sobre las cosas que deseas, vuélvete hacia el fuego que desea. No huyas de él refugiándote en los objetos en los que pones tu deseo. Vuelve tu atención al sujeto deseante, y a través de él, hacia el propio deseo impersonal, puro, infatigable, que no se agota en nada ni en nadie.  Enfréntate al origen de todo deseo. Encara el fuego interno, déjate consumir en él, y renace, como el fénix, de tus propias cenizas, viniendo a saber, por fin,  no el quien,  sino lo que realmente eres.  

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